La procrastinación puede convertirse en un verdadero calvario, ya que es un enemigo que si no se ataja, puede volverse cada vez más grande, afectando todas las áreas de la vida, porque a medida que la procrastinación va ganando terreno, aumenta la ansiedad, el estrés innecesario, mientras que la motivación se va perdiendo.
Para entender mejor la procrastinación, es importante saber bien qué involucra la dilación constante.
La procrastinación, es el hábito de relegar o postergar las tareas a realizar.
Por ejemplo, si debemos preparar un informe, comenzamos a realizar otro tipo de actividades, como revisar los perfiles de nuestras redes sociales, comunicarnos con amigos, usar el celular para jugar, etc. dejando lo importante para después, con cualquier argumento, aunque generalmente es del tipo, “aún tengo mucho tiempo para hacer eso”.
Hay un patrón oculto detrás de la procrastinación, y que es la búsqueda de “compensación emocional”. ¿Qué significa esto? Que no se retrasa la búsqueda de satisfacción, siempre se privilegia el momento de bienestar, de pasar un buen rato para “prepararnos” para lo que hay que hacer.
El momento para actuar finalmente tarda demasiado en llegar. Ese bienestar producto de aplazar todo es aparente, porque lleva implícito el conocimiento de que las consecuencias de esa inercia llegarán irremediablemente.
Una de las claves para remediar esto es en primer lugar tomar atención plena respecto a esas actividades placenteras que retrasan nuestras actividades están saboteando nuestros objetivos a largo plazo, mientras que simultáneamente, debemos aprender a lidiar con nuestras emociones, con aquellos impulsos que nos dificultan ponernos en acción.
Claves para derrotar la procrastinación
Entender que ciertas actividades sabotean nuestros reales intentos por cumplir metas es solo una parte del problema.
Hay que ir un poco más profundo, encontrar causas más radicales al problema.
Las personas que están acostumbradas a la dilación, sufren constantemente de ansiedad y culpa, creyendo que algo va muy mal con ellos.
Sin embargo, esta actitud no es un problema de carácter, es simplemente un mal hábito que puede ser modificado.
Si seguimos escarbando más profundo, debemos dirigir la atención al cómo se creó ese hábito, y una de las respuestas es el miedo.
Se usa la procrastinación como una forma de defensa frente al temor sobre nuestras propias capacidades.
El miedo a la crítica, al fracaso, a no hacer las cosas perfectas, a no ser aceptados, a no poder adaptarnos a un nuevo entorno, inclusive el miedo al éxito, explican en gran medida el por qué podemos sumergirnos en este problema.
Es fácil culpar a la pereza, o a la falta de proactividad, pero procrastinar es una forma de defensa que tiene sentido para quien está acostumbrado a dilatar todo.
Existe una aversión a comenzar cualquier cosa, y esto quiere decir que la barrera más importante es atreverse a dar el primer paso.
A continuación, algunas herramientas para tomar el control de tu tiempo y atención consciente:
- Entrar en un estado de concentración antes de comenzar: Uno de los principales hábitos para comenzar con cualquier tarea, es entrar en un estado de alerta consciente.
- De enfoque: El enfoque es fundamental para concentrar toda nuestra capacidad mental en una tarea.
- Olvida la multitarea: Para entrar en ese estado de concentración puedes hacer algún ejercicio de meditación o simplemente hacer una breve sesión de respiración consciente.
Enfocar la mente en la “energía del comienzo”
Empezar es lo más difícil de la procrastinación ya que, una vez que superamos esa barrera psicológica, entonces podrás darte cuenta que tu productividad aumenta exponencialmente.
Es necesario dejar de fijar la atención en el desenlace o resultado de nuestras acciones para concentrarse solo en el principio, en lo que hacemos en el ahora.
Sacar esa presión de la mente, hace que el arranque sea más natural y conocer y organizar lo que tienes planificado hacer.
Muchas veces tenemos en carpeta actividades complejas de realizar, y que involucran una buena cantidad de tiempo.
A menudo, enfrentarse a ese tipo de planes puede resultar abrumador, y es cuando aparece la tentación de la procrastinación.
Una buena forma de solventar este problema es entender bien las cosas que tenemos que hacer, cómo las vamos a hacer, en cuanto tiempo, y finalmente subdividir el proyecto en tareas más pequeñas y acotadas, así pues, lo que parece muy difícil, se vuelve más manejable.
No sobre-analizar
Pensar demasiado en las cosas que tenemos que hacer, o divagar mucho tiempo planificando hasta los mínimos detalles de un proyecto, puede hacer que finalmente no comencemos nunca.
De todas formas, nunca la planificación y la ejecución serán perfectos, así que en vez de perder tiempo calculando cuál es la mejor forma de hacer algo, lo mejor es actuar!
Visualizar las consecuencias de procastinar
La resistencia frente a una tarea produce una sensación de molestia frente al trabajo. Sin embargo, debemos tener en mente que las molestias posteriores por no hacer el trabajo serán mucho mayores.
Una pregunta útil puedes ser; ¿Qué ocurrirá en mi vida si no hago esto ahora? No solo debes proyectar las consecuencias inmediatas, sino que también las implicaciones a largo plazo.
Una característica de las personas propensas a procrastinar, es evitar pensar en los efectos de sus acciones presentes.
Dejar la culpa atrás.
La procrastinación lleva asociada una buena cuota de culpa. Es importante que nos perdonemos cuando sentimos que hemos fallado en nuestra voluntad de actuar a tiempo. Si no haces esto, no podrás romper el ciclo de la procrastinación.
Mientras más aplazas una tarea -> Aumenta la ansiedad y la culpa -> Crece la falta de confianza personal -> Más temor -> Se posponen aún más las responsabilidades
¡Inténtalo! Lo más importante para cortar este círculo es simplemente comenzando. ¡Un paso a la vez!